No valieron los elevados conocimientos de los jefes guerreros ni los consejos de los ancianos mayores, tampoco sirvieron las invocaciones y rezos de los chamanes, sacerdotes y sacerdotisas. Nadie pudo descifrar las confusas señales de humo que se movían a lo lejos…
Y fueron necesarios muchos días, para que las tribus del otro lado del valle supieran de las travesías del primer tren a vapor.
Hoënyr, 2012.