Aunque su madre nunca le dijo que era adoptado, el ratoncito siempre lo intuyó. Es que ser ciego de nacimiento, tener otra forma de ver y sentir el mundo y aún así vivir normalmente y sin incomodidades tiene que significar algo. Por otra parte, más allá de las burlas de todos -menos de su madre-, sabía que era feo. Sí, el más feo de toda la madriguera y todo el edificio. Aún así, sabiéndose adoptado y feo, el ratoncito presagió que algún día llegaría a volar muy alto. Y que viviría por mucho mas tiempo.
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