No puedo negar que fue sorpresivo llegar a mi apartamento y ver un dragón jugando damas chinas con el gato de la vecina.
Pero jamás pierdo la compostura ni los buenos modales. Así que les preparé un café y me senté muy callado a esperar el final de la partida, que por cierto aún no ha terminado.
Hoënyr, 2012.